Música clásica para esperar a los vampiros

Soy leyenda de Richard Matheson

Los Ángeles, enero de 1976. Robert Neville es el último hombre vivo en un planeta devastado por un virus. Pero no está solo. Afuera los vampiros acechan. Atrincherado en su casa, convertida en una fortaleza, Neville pone el tocadiscos. La música clásica amortigua los odiosos gemidos por conseguir sangre fresca. Hasta que el amanecer llega.

“Se estremeció. Todas las noches ocurría lo mismo. Leía y escuchaba música. Luego pensaba en aislar la casa, y al fin pensaba en las mujeres

Música clásica, libros y películas. Aquí os dejo la selección de 10 obras de música clásica, un fragmento de la visita de Neville a la biblioteca pública y las versiones cinematográficas existentes hasta este momento.

Disfrutad de la música del último hombre sobre la Tierra.

Ludwig van Beethoven: Sinfonía nº3 en mi bemol mayor “Eroica”, op.55 (1803)

Ludwig van Beethoven: Sinfonía nº3 en mi bemol mayor “Eroica”, op.55 (1803)

Ludwig van Beethoven: Sinfonía nº7 en la mayor, op.92 (1811-12)

“Mientras daba forma a las estacas, el altavoz del dormitorio reproducía la Tercera, la Séptima y la Novena de Beethoven. Era una suerte que siendo un niño su madre le hubiera enseñado a apreciar ese tipo de música; con ella llenaba el terrible vacío de las horas.”

Arnold Schönberg: La Noche Transfigurada, op.4 (1899)

“Más tarde en el salón trató de leer. Se había preparado un whisky con soda y sostenía el vaso helado en la mano mientras hojeaba un libro de fisiología. Del altavoz instalado en la puerta del vestíbulo le llegaba ruidosamente una obra de Schoenberg.”

“Dejó el libro y clavó los ojos en la alfombra, escuchando la música de Verklärte Nacht. Podía ponerse tapones en los oídos, ciertamente, y no oiría los ruidos de la calle; pero entonces tampoco oiría la música, y no quería sentir que lo estaban obligado a encerrarse en un caparazón.”

Roger Leie: El Año de la Plaga

“La música cesó y Neville sacó los discos del plato y los guardó en sus sobres. Ahora los sonidos de la calle se oían claramente. Tomo el disco más próximo, lo puso en el aparato, y subió el volumen.”

El año de la plaga de Roger Leie le llenó los oídos. Los violines chillaron y gimieron; los timbales sonaron como los latidos de un corazón agonizante; las flautas tocaron una extraña melodía atonal.”

“Sacó, furioso, el disco, y lo partió sobre la rodilla derecha. Quería hacerlo desde hacía tiempo. Después caminó hasta la cocina con pasos rígidos y tiró los pedazos al cubo de la basura. Allí se quedó, en la oscuridad, con los ojos cerrados y los dientes apretados, cubriéndose los oídos con las manos. Dejadme en paz, dejadme en paz, ¡dejadme en paz!”

Johannes Brahms: Concierto para piano y orquesta nº2 en si bemol mayor, op.83 (1878-81)

“La fuerza del vampiro consiste en que nadie cree en él.”

“Gracias, doctor Van Helsing, pensó Neville dejando a un lado su ejemplar de Drácula. Se quedó mirando pensativamente la biblioteca, escuchando el segundo concierto para piano de Brahms, con un whisky en la mano derecha y un cigarrillo entre los labios.”

Leonard Bernstein: Sinfonía nº2 “La Edad de la Ansiedad”, para piano y orquesta (1948-49, rev. 1965)

“De vuelta al salón, cambió a Brahms por Bernstein y encendió un cigarrillo. ¿Qué haré si un dia me quedo sin clavos para los ataúdes?

Miró con ojos apagados el mural mientras La edad de la ansiedad le latía en los oídos. Edad de la ansiedad, meditó. ¡Y tú pensabas que tenías ansiedad, Lenny! Lenny y Benny, deberíais haberos conocido. Compositor, le presento al cadáver. Mamá, cuando crezca quiero ser un vampiro como papá. Oh, querido mío. Dios te bendiga, claro que lo serás.”

Wolfgan Amadeus Mozart: Sinfonía nº41 en do mayor “Júpiter”, K.551 (1788)

“Durante un día o dos jugueteó con la idea de mudarse a alguna lujosa suite de hotel, pero la abandonó al pensar en todo el trabajo necesario para acondicionarla. No, estaba bien en su casa.

Ahora, sentado en el salón, escuchaba la Júpiter de Mozart, preguntándose cómo y dónde comenzaría su investigación”

Maurice Ravel: Suites nº1 y nº2 del ballet “Daphnis y Chloé” (1909-12)

“De la carne sólo quedaron los huesos. Luego fue al salón con el resto del vino, puso un disco, y se dejó caer en el sillón.

Se quedó allí escuchando las suites uno y dos de Daphnis y Cloe de Ravel con todas las luces apagadas excepto las lámparas de la pared y se obligó a olvidarse de los vampiros.”

Franz Schubert: Sinfonía nº4 en do menor “Trágica”, D. 417 (1816)

Más tarde, en el salón, bebieron un poco de oporto mientras contemplaban el mural y escuchaban la cuarta sinfonía de Schubert.

– Nunca lo hubiese creído – dijo Ruth, más animada-

Nunca hubiese creído que escucharía música otra vez. Que bebería vino. – Miró a su alrededor-. Has hecho un magnifico trabajo.”

Sergei Rachmaninoff: Concierto para piano y orquesta nº2 en do menor, op.18 (1900-01)

“La música llegó a su fin. La joven se incorporó y Neville vio cómo buscaba entre los discos. Parecía casi una niña, estaba tan delgada. ¿Quién es?, pensó. ¿Quién es realmente?

– ¿Puedo poner este? – preguntó la joven mostrando un disco.

Neville respondió sin mirar.

– Pon el que quieras.

La joven se sentó y se oyeron los primeros compases del segundo concierto de Rachmaninoff. Sus gustos no son notablemente avanzados, pensó Neville mirándola inexpresivamente.”

Llista de reproducció

Biblioteca Pública de Los Ángeles, 7 de abril de 1976

Las versiones cinematográficas convierten a nuestro último hombre en un reputado científico. En el libro es un obrero de una fábrica. Para combatir al virus tiene que informarse. Neville va en busca de libros de medicina y fisiología. En el año 1976 la biblioteca pública albergaba el saber de una humanidad extinta.

Biblioteca Pública de Los Ángeles

“La sección científica estaba en el segundo piso. Los pasos de Neville resonaron huecamente en los escalones de mármol de la Biblioteca Pública de Los Ángeles. Era el 7 de abril de 1976.

Se le había ocurrido, después de varios días de borracheras, náuseas e investigaciones inconexas, que estaba perdiendo el tiempo. Los experimentos aislados no llevaban a ninguna parte. Si había alguna respuesta racional al problema (y debía creer que así era) no la alcanzaría de ese modo.

En su nuevo y ordenado plan había decidido comenzar por la sangre. El primer paso era, entonces, buscar algunos libros sobre el tema.

Salvo por el sonido de sus pisadas, el silencio de la biblioteca era absoluto. Afuera se oía a veces el canto de los pájaros, y aun cuando éstos callaban siempre parecía haber allí alguna especie de sonido. Era quizá inexplicable, pero la quietud parecía más mortal y definitiva dentro que fuera.

Especialmente allí, en aquel gigantesco edificio de piedra gris que albergaba la literatura de un mundo muerto. Probablemente sea porque estoy rodeado por cuatro paredes, pensó, es puramente psicológico. Pero eso no ayudaba. No había psiquatras para explicar neurosis sin fundamento y alucinaciones auditivas. El último hombre del mundo estaba irremediablemente atrapado con sus ilusiones.

Neville entró en la sección científica.

Era una sala de techo elevado, con altos ventanales. Cerca de la puerta se alzaba el escritorio donde en otro tiempo se habían registrado los libros.

Neville se detuvo allí un momento, paseando los ojos por la sala silenciosa, sacudiendo lentamente la cabeza. Tantos libros, pensó; restos de la inteligencia de un planeta, migajas de mentes futiles, un montón de artefactos que habían sido incapaces de impedir la muerte del hombre.

Se acercó a los estantes de lal izquierda y sus zapatos golperaron las losas oscuras. Miró los carteles entre las secciones de estantes. Astronomía, leyó, libros sobre los cielos. Pasó de largo. No le interesaban ya los cielos. La curiosidad del hombre por las estrellas había muerto junto con todo lo demás. Física, Química, Ingenería. Siguió su camino y entró en la zona de lectura.

Se detuvo y alzó los ojos. Había allá arriba dos hileras de luces apagadas y el techo estaba dividido en grandes cuadrados, decorados con mosaicos de estilo hindú. La luz matinal entraba por las ventanas polvorientas, y unas motas grises flotaban suavemente en los rayos del sol.

Observó las largas mesas de madera y las hileras de sillas. Todo estaba perfectamente ordenado. El último día, pensó, alguna bibliotecaria solterona había recorrido la sala acercando las sillas a las mesas. Cuidadosamente, con una laboriosa precisión.

Se imaginó a la mujer muriendo sola, sin sentir jamás el abrazo de un amante. Se la imaginó cayendo en aquel horrible coma y volviendo, quizá, a estériles y terribles vagabundeos, sin haber conocido el amor. Y le pareció más terrible que convertirse en un vampiro.

Sacudió la cabeza. Basta, se dijo, no hay tiempo para divagaciones estúpidas.

Pasó ante otros libros hasta que llegó a Medicina. Ésa era su meta. Miró los títulos. Libros sobre higiene, fisiología (general y especial), terapéutica. Un poco más allá, bacteriología.

Sacó cinco obras de fisiología general y varios libros sobre la sangre, los amontonó en una mesa. ¿Debería llevarse también algunos textos de bacteriología?”

Las películas: de la música clásica a Bob Marley

Las versiones cinematográficas de Soy Leyenda transforman a Neville en un eminente científico dispuesto a encontrar una vacuna para los vampiros. La primera película cuenta con el guión del mismo Richard Matheson y el protagonista se aproxima más a la descripción de la novela. No pasa lo mismo con las otras dos versiones posteriores donde Neville se convierte en el último heroe americano: armado hasta los dientes, seguro de sí mismo, seductor y un reputado doctor. Un hombre de acción más próximo al cine comercial norteamericano que a la novela. En la versión del 2007 Neville cambia de color, de ciudad y de estilo de música. La música clásica desaparece totalmente de la pantalla, como la misma raza humana.


El último hombre sobre la tierra de Sidney Salkow, Ubaldo Ragona (1964) amb guió de Richard Matheson

El último hombre vivo de Boris Sagal (1971)

Soy leyenda de Francis Lawrence (2007)
Soy leyenda 2

Para saber más

Música para un hombre solo

Soy leyenda 2 podría revivir gracias al Coronavirus

Autor: Ivana Ares Seijo

Soc Ivana Ares, bibliotecària. Porto més de 20 anys recomanant lectures a les biblioteques públiques. Ara em dedico a fer-ho a través del meu bloc.

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